19/5/11

De esas historias que te mandan seguir...

''¡Dímelo!'' Insistió. ''¡Aunque sea una razón estúpida, dime por qué le mató! ¡Conteste!'' Yo seguía con mi descarada ausencia de palabras, reteniendo cualquier ademán, sin pensar, solo admirando la lampara de la mesilla que podía ver detrás de las barras de metal, observando el infructuoso parpadeo que hipnotizaba a cualquiera. ''De acuerdo... ¿Puedo hacer algo para sacarle un respuesta?'' La primera vez que algo que decía me llamaba la intención. ''Un vaso de agua'' Lo solté sin pensar, mi naturaleza me lo pedía y mi naturaleza había contestado por mi, tener la garganta cubierta de arena facilitó a misionero alzar la mirada y encontrar el oasis. El juez le hizo un gesto al guarda que permanecía pétreo detrás de la verja de metal y este abrió al juez.

Suspiré, era un gran alivio la ausencia de aquellas preguntas tan incomodas que ni siquiera sabía si las respuestas todavía siguen rondando dentro de mi. Me tomé la libertad de relajarme. Empecé a deslizarme hacía abajo de la silla, hasta que la espalda permaneció en el asiento y la cabeza respaldo de esta, estiré las piernas y quedé totalmente erguido, me revolví los cabellos con ambas manos para aliviar el fervor del sol de agosto.

Oí unos pasos, rápidamente me incorporé en una postura adecuada y competente, era el juez de nuevo, las visagras de la libertad rugen de nuevo. El juez sostenía un pálido vaso, de esos típicos de las máquinas para empleados, que tiene un gran bidón.

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